Foto: @ContraC_HN


Cientos de hondureños ingresaron ayer a Guatemala en una nueva caravana migratoria en busca de mejores condiciones de vida en Estados Unidos, pese a las barreras impuestas por el presidente Donald Trump con colaboración de los gobiernos centroamericanos.

Unos 400 hombres, mujeres y niños se aglomeraron en Corinto, en la frontera de Honduras con Guatemala, unos 220 km al norte de Tegucigalpa.

Un oficial les pidió pasar a la oficina de Migración para registrarse antes de cruzar la frontera. Sin embargo, los migrantes rompieron el cerco de policías y lograron entrar a Guatemala.

Otros migrantes que llegaron después a Corinto desde San Pedro Sula en grupos pequeños fueron retenidos por los agentes que les pidieron documentos.

El presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, dijo a periodistas que acuerdos regionales permiten la movilización de los migrantes, pero advirtió que serán “extremadamente exigentes” con la documentación de los menores de edad para comprobar que viajan con sus padres o tutores.

El nuevo mandatario señaló que el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, de visita en Guatemala, por su toma de posesión el martes, le aseguró que México “utilizará todo lo que esté en sus manos” para evitar el paso de la caravana.

Wilmer Gabriel Benítez, de 30 años, iba con su hijo de 10 junto a otros cuatro hombres que no pudieron cruzar. “Vamos a esperar que vengan los demás” para cruzar en grupo, recomendó Benítez a sus acompañantes.

La vicecanciller hondureña, Nelly Jeréz, aseguró a medios locales que la nueva caravana es una forma que tienen los traficantes de personas “para ganar dinero”.

Estimó que 108.000 hondureños fueron deportados en 2019 de Estados Unidos y México, más que en 2018, cuando fueron extraditados 75.000.

Con mochilas en la espalda, cerca de 1.000 personas, hombres y mujeres, algunos con niños en brazos y coches, se aglomeraron desde la tarde del martes en la estación de buses de San Pedro Sula, 180 km al norte de Tegucigalpa.

Al filo de la medianoche, cerca de la mitad del contingente salió caminando hacia Corinto.

En el trayecto, algunos subieron a camiones o vehículos que ofrecieron llevarlos, mientras los demás avanzaban lentamente a pie a la orilla de la carretera.

Los migrantes caminaban por la carretera asfaltada al borde del mar caribe mientras policías y militares los seguían de cerca en vehículos y retenes.

“Ya no puedo más, no tengo ni cama donde dormir”, dijo a la AFP una mujer de 28 años que se identificó como Yoly Sabillón, originaria del departamento de Santa Bárbara, noroeste, y madre de tres hijos de 13, siete y tres años.

“No hay trabajo aquí, el gobierno nos tiene abandonados”, se quejó Antony Gómez, de 26 años, oriundo de San Luis, también en Santa Bárbara, mientras acompañaba a Yoly con otros dos migrantes.

En pequeños grupos lograban pasar sin problemas en la aduana de Corinto, siempre que fueran mayores de edad.