Tengo 16 años de dar clases en distintas universidades privadas del país y a lo largo de los años ha habido varios alumnos y alumnas a quienes recuerdo con especial cariño por su excepcional inteligencia, por traviesos o por simpáticos, entre otros, pero la alumna que más recuerdo es una joven de unos 19 a 20 años quien faltó a varias clases. Cuando regresó, esperó el final de la clase para acercarse a hablar conmigo y cuando ya no quedaban más estudiantes en el aula, se soltó a llorar, con un llanto silencioso que brota del alma y me contó que hacía pocos días, al bajarse del bus para ir a su casa, alrededor de las 9 de la noche, un hombre con una pistola en mano la había violado. Todavía puedo sentir su dolor, su vergüenza, su impotencia. Inmediatamente la abracé tan fuerte como pude para mostrarle apoyo, cariño y empatía.

Traté de ofrecerle algunas palabras de consuelo, que espero hayan servido aunque sea un poquito. El recuerdo de su rostro, sus lágrimas, sus palabras y su dolor, todavía me atormentan. Luego que me contara lo ocurrido, le pregunté qué tipo de apoyo había recibido y si había denunciado al violador. Me comentó que no lo había denunciado porque el agresor sabía donde ella vivía y lo único que quería era olvidar esa noche.

Hace poco, la hija de una amiga, que estudiaba 4° año de la licenciatura en Administración de Empresas en una universidad privada, tuvo que abandonar la universidad porque denunció a un profesor que la acosaba y la universidad no hizo nada, aparte de contarle al profesor quien en represalia, le comenzó a poner notas extremadamente bajas en cualquier evaluación. La universidad la dejó totalmente desprotegida a pesar de haber tenido el valor de denunciar. Ni siquiera abrieron una investigación y, por lo tanto, esta joven tuvo que abandonar sus estudios casi al final de su licenciatura.

En esa misma universidad, dos estudiantes de otra carrera denunciaron en el decanato a un profesor que las acosaba. Presentaron la denuncia de forma verbal ante una mujer miembro de las autoridades, pero tampoco formalizó ninguna acción. No le dio seguimiento a la denuncia, no abrió un procedimiento ni una investigación; nada, no hizo absolutamente nada.

También, puedo contar la historia de una joven que sí denunció a un compañero de universidad que la agredió; en esta ocasión la universidad sí hizo algo, pero tardó nueve meses en resolver el caso. Mientras tanto, a pesar que se adoptaron algunas medidas cautelares, la víctima tuvo que seguir compartiendo aulas con su agresor.

Así que si se preguntan por qué las mujeres no denuncian, pues aquí le he contado cinco casos ocurridos en el ámbito universitario porque es donde yo he conocido situaciones concretas y verificadas; pero podríamos agregar el reciente caso del magistrado Escalante que todos conocemos, durante el cual la víctima y su mamá tuvieron que huir del país por amenazas y agresiones que sufrieron.

Hay quienes quizá nunca lo entiendan, su estrechez de mente, su machismo consciente o inconsciente, no se los permite, pero para aquellos que todavía puedan sensibilizarse ante una explicación, las víctimas de agresión sexual no denuncian porque les duele, porque tienen miedo, porque hay heridas que no quieren reabrir, porque cuando lo hacen, el sistema las ignora o las tritura sin piedad, porque les toca tratar con autoridades, abogados y jueces indiferentes o machistas y eso agrega más dolor y frustración en muchos casos.

En otras oportunidades no denuncian porque el acosador o agresor es el jefe, un colega, el jefe del marido, etc., etc. y prefieren no denunciar para no perder su empleo o que no lo pierda el esposo.

A veces se necesitan meses o quizá años para que una mujer que ha sido víctima de una agresión sexual reúna el valor para hablar sobre el tema y todavía más tiempo para denunciar. Otras veces, se necesita que exista un espíritu de cuerpo, un apoyo o que alguien más denuncie primero al mismo agresor, como actualmente estamos conociendo en el caso de un presentador de televisión que hasta galardones ha recibido de la Asamblea Legislativa. Como dice el dicho, “si no ayuda, no estorbe” y deje en paz a las víctimas de agresión y acoso sexual, ya que por una que miente o exagera, hay cientos que no se atreven a denunciar.