Isaac Cohen / Analista y consultor internacional, ex-Director de la Oficina de la CEPAL en Washington

Desde la perspectiva de las economías de ingreso bajo y mediano, el impacto económico de la pandemia inmediatamente lesionó los precios de las materias primas, significativamente los del petróleo. La semana pasada, el Banco Mundial reveló otro retroceso mayor para las economías en desarrollo, en la forma de la más “aguda disminución de las remesas,” el dinero enviado por los trabajadores migrantes a sus países de origen.

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El Banco Mundial estima que este año las remesas hacia los países de ingreso bajo y mediano caerán 20 por ciento, desde $554,000 millones en 2019 a $445,000 millones en 2020. Esta contracción es un retroceso en lo que se había convertido, para muchas economías en desarrollo, en una de las principales fuentes de financiamiento externo y de divisas. De hecho, en 2019, el monto de las remesas alcanzó un récord, superando el monto de la inversión extranjera directa, la otra fuente principal de financiamiento externo para las economías en desarrollo, la cual el Banco también estima que disminuirá aún más, 35 por ciento en 2020.

Los tres principales receptores de remesas globales en 2019 fueron India $83,100 millones; China $68,400 millones; seguidas por México $38,500 millones. Sin embargo, para muchas economías relativamente pequeñas de América Latina y el Caribe en 2019 las remesas contribuyeron proporciones significativas de su actividad económica, alrededor de 20 por ciento para El Salvador y Honduras; 13 por ciento para Guatemala y Nicaragua; 8 por ciento para Dominica, la República Dominicana y Guyana.

El principal impacto para estas economías relativamente más pequeñas, de la caída estimada de 20 por ciento en las remesas, significa mayores niveles de pobreza por los recortes en el gasto en nutrición, educación y salud.