La situación política del país está evolucionando a un clima de confrontación preocupante. La falta de consensos, la imposición, las medidas inconsultas, los intereses electorales y lo prolongado de esta situación incierta son un caldo de cultivo para la elevación de esta crispación.

En medio de esto hay hechos que generan mayor angustia y zozobra. Cuando algunos de los principales grupos empresariales del país suspenden los contratos de cientos de sus trabajadores entonces dimensionamos el impacto real de la crisis, del cierre de la actividad económica. Y cuando hay gente que tiene que poner banderas blancas en zonas pobres del país en demanda de alimentos, caemos en cuenta que el hambre empieza a sentirse.

La cuarentena no puede durar para siempre y es necesario un plan claro de reapertura de la actividad económica como lo estamos viendo en otros países, donde además, se toman en cuenta los más estrictos protocolos sanitarios. Y en esta situación se suma la lamentable decisión gubernamental de desconocer al liderazgo de la empresa privada, quema ndo un puente en momentos en que el entendimiento y el consenso son fundamentales para enfrentar la crisis. Todo esto son señales nada alentadoras mientras vivimos la peor crisis económica, social y sanitaria en un siglo.