Uno de estos días escuché en un documental “La aventura es curiosidad. El deseo de abrazar la incertidumbre, preguntarse acerca de la posibilidad de hacer solo una cosa diferente que antes”. Surfear es para mí exactamente eso, una aventura incierta, especialmente a mi edad. Cada vez que tengo la oportunidad de adentrarme en el océano, es una total aventura, nunca se cómo reaccionará mi cuerpo a las señales de mi cerebro, que todavía no ha procesado los años que tengo. Pero como explicarlo, cada ola es un universo de sensaciones, físicas y mentales, algunas de ellas con mucho mas placer que un orgasmo. ¡A lo mejor por ello y tantos surferos adictos al mar!

En estos días de tanta incertidumbre, de encierro, de ansiedad, de no saber que vendrá mañana, hay que cargarse de paciencia. Y de abrazarnos a lo desconocido. Ya pasará, le digo a mis familiares, a mis amigos, pero es que no sabemos. China saliendo, Italia, España y Europa occidental derrumbándose, y progresivamente los países del mundo separándose, no geográficamente, pero distanciándose emocionalmente. Cada país velando egoístamente por su bienestar. Es la naturaleza humana, es el instinto más poderoso con que nacemos, el de supervivencia. Países defendiéndose de sus vecinos, y no de misiles, pero de cargas virales. Llegando a extremos de querer aislarse en una burbuja impenetrable, sin comprender que en este nuestro mundo las fronteras son líneas imaginarias, que solo existen en los mapas y en las murallas y cercos, que nosotros mismos hemos o estamos creando.

El recientemente publicado modelo de Ferguson (Imperial College COVID-19 Response team), y que tanto está influyendo la respuesta epidémica del amigo país del norte, nos dice que, para suprimir esta epidemia, los países tendrán que imponer el distanciamiento social de la población entera, aislar los casos en sus domicilios (y no en hospitales pues estos estarán sobresaturados), y aislar a sus contactos también en sus casas. Esto suplementado por cierre de escuelas, colegios, universidades.

En su proceso, el tejido social, que nos nutre como humanidad, desapareciendo. Un, muy querido amigo, me dice que estamos en un punto de corrección, como los mercados. Un punto de corrección que la misma naturaleza nos impone, informándonos que ella es dios y no nosotros, como nos lo estábamos creyendo. Mostrándonos que un minúsculo, invisible bicho, nos arrodilla y nos exige respeto, respeto a nuestros bosques, respeto a nuestros océanos, respeto a nuestro cuerpo. En mi columna de la semana anterior en este periódico, criticaba sutilmente algunas medidas impuestas por el gobierno, especialmente el querer aislar nuestra franca y porosa frontera, además del encierro de viajeros en establos insalubres y caldo de cultivo para la transmisión de enfermedades infecciosas. Por esa porosidad entró el “dizque” primer caso, y por ahí seguirán entrando muchos otros. Mi ‘critica” fue muy criticada, incluso por familia y amigos cercanos. Y a lo mejor, porque no, estoy equivocado. Pero sigo sosteniendo, lo que un 10 de febrero de este año se publicó en este mismo periódico: “se debe aumentar la capacidad diagnostica para detectar el coronavirus”.

El modelo implementado hasta este momento que ha logrado contener esta epidemia, es el modelo coreano. Modelo que logra en menos de un mes bajar su número de casos desde un pico de 900 diarios hasta menos de 100. Su secreto: aumentar su capacidad de diagnóstico, investigación epidemiológica rigurosa y monitoreo de contactos, cuarentena y aislamiento (casos leves en centros comunitarios de tratamiento o Living Treatment Centers; casos severos en hospitales), restricciones de viaje para países afectados (aunque nunca se cerró el aeropuerto, ni siquiera para viajeros chinos), y lo más importante información a sus ciudadanos, información transparente, sin carismas políticos, para asegurar su confianza y evitar el pánico. Sin lugar a duda, son tiempos inciertos.

Tiempos que requieren, más que nunca, paciencia y frescura en nuestra forma de actuar y pensar. Tiempos en los que, en vez de aislarse, hay que solidarizarse. Y mantener nuestro tejido social, utilizando nuevas vías, nuevos medios, en fin, tenemos que ser creativos, que no es el fin del mundo ni mucho menos. ¡Que saldremos de esta, pero juntos! Y ojalá, pronto abran la frontera de mi hermosa tierra, para poder adentrarme de nuevo a mi querido mar.