La decencia está relacionada con la moral y buenas costumbres; en general, se refiere al buen comportamiento social y personal, al aseo, honestidad, recato, y dignidad en los actos y en las palabras. Sin mucha especulación uno sabe cuando una persona es decente, y así, se le oye decir a damas y caballeros: esa es una persona decente, confiable; y todo el mundo sabe a lo que se refiere.

Al poco tiempo del mandato de Chávez, surgió en Venezuela una postura que amenazaba con convertirse en mayoritaria, fueron los “ni-ni”, que además se congraciaban con esa denominación; lo decían, escribían y firmaban. Había muchos “culturosos”, normalmente quienes se relacionaban con las tertulias literarias, socialistas humanistas, izquierda divina; aunque era un territorio donde derecha o izquierda no era propiamente una toma de posesión política. Pues estos ni-ni, no estaban con Chávez, pero tampoco le adversaban, y menos aún se mezclaban con partidos políticos de los viejos o nuevos.

A mí me indignaban. Ya la ruta estaba trazada sin tapujos, los viajes a Cuba se repetían, el señalamiento (escuálidos, oligarcas, pitiyanquis, pelucones, vendepatria era lo más decente que se le oía decir) Chávez en una ocasión por televisión mandó a su esposa a prepararse esa noche. Un presentador llamado Mario Silva, señalaba de homosexual a quien quisiera; en una ocasión llamó prostituta a la madre del editor de El Nacional, en otra se burló del fallecimiento del hijo de un periodista de oposición. Diablos con sotana, se refería Chávez de los sacerdotes y del Cardenal; maldijo a Israel, y le mentó la madre al embajador de los E.E.U.U. En una ocasión los magistrados de la Suprema Corte recibieron al presidente felón, con el puño levantado al grito de guerra: “Uh, Ah…Chávez, no se va”.

De esa investidura presidencial hacia abajo, ya se imaginarán; los disociados de las maras son unos académicos en comparación con estos canallas. En esa ruta trazada, las primeras confiscaciones, agresiones, elogio a las guerrillas colombianas y del Medio Oriente ¿Cómo se podía ser ni-ni?

El pasado miércoles se reunió el Consejo Permanente de la OEA, en cuya agenda se encontraba la Convocatoria a los Cancilleres miembros del TIAR con el fin de decidir sobre la aplicación del Tratado a Venezuela. La acción desencadenante de esta solicitud fue, no solo el agravamiento de las condiciones humanitarias del país y la creciente violación de los Derechos humanos, sino la constatación de la protección y entrenamiento de las FARC y del ELN en territorio venezolano, desde donde le declararon la guerra al gobierno legitimo de Colombia. La exposición del Canciller Carlos Holmes Trujillo, al referirse a las FARC y al ELN fue concisa y descriptiva: “Este régimen dictatorial da refugio a estos fugitivos y quiero que quede claro que son fugitivos. El régimen de Hugo Chávez y Nicolás Maduro ha acogido a los grupos narcoterroristas que han ensangrentado a mi país.”, mientras mostraba mapas con la ubicación territorial de los forajidos, tipo de armamento y número de ellos.

Al someterse a votación el resultado fue el siguiente:12 votos a favor, entre ellos el de El Salvador, 5 abstenciones y 1 ausente. Bahamas fue el ausente, pero quizá pueda explicarse dada la tragedia natural de incalculables daños económicos y humanos que soportaron por la acción del huracán Dorian. Se abstuvieron Trinidad, Uruguay, Costa Rica, Panamá y Perú. ¿Qué quisieron decir con abstenerse? Por supuesto que son ni-ni, una categoría moralmente cuestionable, porque el mal está demostrado y su expansión es inevitable.

Ante el crimen, ante la amenaza cierta de la desestabilización de la región y la presencia de terroristas internacionales, no se puede ser indecente, indiferente, ni-ni. Si al crimen internacional organizado hay que derrotarlo, pues por la fuerza debe erradicarse, con o sin el TIAR. Es el Derecho natural a la existencia.