Hayamos o no votado por Nayib Armando Bukele Ortez, desde el sábado, él es nuestro presidente constitucional de la República por un período de cinco años. Así es el juego democrático y todos debemos someternos al imperio de la democracia respetando las reglas de la sana convivencia social.

A Bukele y a su gabinete de gobierno tenemos que darle nuestro voto de confianza y desearles éxitos en su gestión, pues de su buen trabajo depende el bienestar y el desarrollo del país. El nuevo presidente es un joven, hasta hace poco alejado de la política, con la energía suficiente para comandar la política nacional en todos los rubros. Qué Dios lo guíe para que tome las mejores decisiones.

Personalmente conozco a algunos que han sido nombrados ministros (as), secretarios, comisionados y presidentes de autónomas y sé que son gente capaz. Desde luego en política uno más uno pueden ser tres o ninguno y en el trayecto cualquier cosa puede pasar. Uno no puede más que desear que cada uno de los nuevos funcionarios se conviertan en verdaderos estadistas y que cada quien desde su ramo de trabajo se desempeñe de la mejor manera. Bukele recibe un país con enormes retos y muchísimas dificultades. Uno de sus principales retos es acabar con la inseguridad pública y la crisis financiera que agobia a muchos hogares salvadoreños, por falta de oportunidades laborales y por la carestía de los productos de la canasta básica, además de la falta de acceso adecuado a los servicios básicos.

Recibe una nación donde a diario ocurren miles de extorsiones y otros delitos, entre ellos más de diez homicidios, siendo jóvenes la mayoría de víctimas. Como parte de la solución debe iniciar cuanto antes una eficiente y amplia política de prevención, sin descuidar la represión hacia los delincuentes. Ni solo prevención ni solo represión.

Al mandatario Bukele le tocará lidiar con la crisis financiera generada por falta de empleo, por los pocos o nulos controles sobre la competencia, por la falta de inversión nacional e internacional, por los excesivos cobros de impuestos, por las míseras pensiones, por los bajos salarios y por la excesiva burocracia. Durante su campaña y ya elegido presidente, Bukele expresó que su gobierno buscará atraer inversionistas extranjeros y establecer relaciones de cooperación internacional. Igual se ha comprometido a generar fuentes de trabajo especialmente para la juventud y a combatir toda forma de corrupción al sostener que “el dinero alcanza cuando nadie roba”. La promesa suena bonita y hay que confiar en que de la retórica pasará a la esencia pragmática.

En el discurso de toma de posesión el nuevo presidente, en un acto sustancialmente emotivo, mediático y filosófico, se comprometió y comprometió al pueblo a trabajar juntos por sacar adelante al país. Obviamente los seis presidentes anteriores a Bukele gobernaron lejos de la gente. Algunos se dedicaron a gobernar para un sector y sus allegados, prueba de ello es la silbatina con la que fue despedido el expresidente Salvador Sánchez Cerén y los procesos judiciales contra los tres antecesores. Seguramente Bukele sabe que hacer un buen gobierno es hacerlo junto al pueblo, eso sí, sin caer en populismo.

Desde el sábado es Bukele quien toma las riendas de la política ejecutiva estatal, respetando la distribución de poderes del Estado, como garantes de la cotidianidad de la democracia. El Poder Judicial y Legislativo están obligados a respetar y apoyar las buenas causas, pero también a garantizar que no haya una verticalidad impositiva desde la presidencia de la República. Bukele es lo suficientemente inteligente para saber que tiene que trabajar con criterio de estadista respetando la institucionalidad, pero cambiando todo lo que pueda representar un freno para la nación.

Los diputados deben hacer una oposición responsable y permitirle la gobernanza para que cada salvadoreño se vea beneficiado con sus decisiones. Por supuesto si Bukele plantea situaciones perjudiciales para el Estado, la Asamblea y la Corte Suprema de Justicia, deben ser los garantes de que eso no sea así, activando los controles legalmente establecidos. Por ahora tenemos que confiar en el presidente Bukele, ya antes lo hemos hecho con otros presidentes y nos han fallado. Esta vez tenemos que darle un voto de confianza al joven presidente y a su gabinete de gobierno. No podemos desacreditar a los nuevos funcionarios porque es demasiado prematuro. El éxito de Bukele, será el éxito de cada uno de los salvadoreños. Si fracasa, fracasamos todos. Suerte Bukele, suerte El Salvador.