El hallazgo del cuerpo de la joven futbolista Jimena Ramírez Granados es una tragedia más que vivimos en El Salvador, provocada por la violencia interminable de las pandillas. Nuestros jóvenes salen a las calles, a hacer deporte, a estudiar, a trabajar, a divertirse y en el camino, los delincuentes los secuestran, los asesinan, los desaparecen. Es una rutina demasiado dolorosa para toda la sociedad.

Como todo crimen, es de esperar que se haga justicia, que se encuentre a los responsables de este asesinato brutal, y que les caiga todo el peso de la ley. En un país donde cada vez hay más cámaras en las calles y carreteras, es de esperar que el marco probatorio de un delito como este, logre fundamentarse.

El caso de Jimena nos hizo recordar el también brutal asesinato de la joven deportista Alison Renderos, ocurrido en 2012 y que igualmente fue víctima de esas bandas delincuenciales que acechan a nuestros jóvenes.

Es necesario acelerar los protocolos de denuncia e investigación de desaparecidos, mejorar los sistemas de alerta y atender el clamor de las familias cuando se presentan los casos. Tragedias como estas no deben seguirse repitiendo.

Es el trabajo del Estado salvadoreño dar seguridad a todos, tenemos que aspirar a un país donde la juventud pueda salir a la calle sin temor a la muerte, o a ser secuestrados y desaparecidos por delincuentes. Por eso es necesario una investigación y un castigo ejemplarizante en este y otros casos como el de los hermanos Guerrero Toledo.