Una vez más el istmo centroamericano, especialmente los tres países que conforman el Triángulo del Norte, han sido víctimas de los efectos desastrosos del ciclón Eta, que, aunque llegó de Nicaragua convertido en una tormenta tropical, dejó un saldo lamentable en pérdidas humanas, destrucción de viviendas y vías de acceso, daños en diversas infraestructuras y lo peor, nos pone a los salvadoreños en grave riesgo alimentario, cuando más de doscientas treinta y un mil manzanas cultivadas de cereales y hortalizas se han perdido a causa del reciente fenómeno natural, sin mencionar los graves daños a la caficultura, caña de azúcar y sembradíos de frutas, plátanos y guineos. No dudo que con el correr de los próximos días, los funcionarios encargados de esos rubros, darán a conocer el balance trágico de un fenómeno que se registra, año con año, en nuestra región ístmica.

Sin embargo, hay un aspecto crucial dentro de esta tragedia generalizada. El ciclón Eta encontró a muchos municipios del país, en deplorables condiciones económicas, las que se han venido afrontando desde comienzos del presente año que casi concluye. Precisamente, para aliviar, en parte, esa escasez de recursos municipales, se aprobó la ley por medio de la cual, el órgano Ejecutivo, por medio del Ministerio de Hacienda, destinaría para los 262 municipios salvadoreños el 30% del total de ingresos percibidos en concepto tributario, impositivo, fiscal, etc. A esa ley llamada del Fondo para el Desarrollo Económico y Social de los municipios, conocida por ley Fodes, ha resultado en una base económica acertada y muy previsora, con la cual, cada concejo municipal puede solventar, además de sus propios ingresos, las obligaciones que le señala el Código Municipal y otros instrumentos legales, para procurar el bienestar común de sus respectivas comunidades, tanto urbanas como rurales, independientemente si esos concejos son o no partidarios o afines del régimen de turno.

Esa asignación mensual del Fodes, se ha venido cumpliendo rigurosamente en meses anteriores a los del actual gobierno, hasta cuando el mandatario Bukele comenzó por poner reparos y pretextos para no entregar esos fondos que, por ley, son obligatorios transferirlos oportunamente a las arcas de cada municipalidad del territorio nacional. Han caído en saco roto las diversas manifestaciones edilicias, atentas solicitudes y hasta amenazas de parar las actividades municipales, sin que el Ejecutivo, o sea el ramo de Hacienda, haga el mínimo intento de hacer efectiva la transferencia del Fodes, incurriendo en incumplimiento de deberes y oponiéndose a un mandato legal, pero, pese a estas inconveniencias con matiz caprichoso de naturaleza política, esperamos se resuelvan estos atrasos en el menor tiempo posible, ahora más que nunca con la tragedia y daños que nos causó el meteoro lluvioso, cuyos efectos devastadores son aún visibles. Incluso, es hora que el mandatario asuma en realidad su rol de estadista y dirigente máximo del Estado, pese a su juventud, no es tampoco un adolescente travieso y burlón, ni ocupa un puesto estatal de ínfima categoría para comportarse arbitrariamente con las necesidades perentorias de las alcaldías, ordenando al titular de Hacienda la entrega de fondos provenientes de un préstamo del BID, cuya finalidad específica es contribuir a la lucha contra la pandemia del covid 19, pero nunca para efectuar obras municipales. Debe tener muy en cuenta que se trata del primer magistrado de la República, el más alto funcionario del Órgano Ejecutivo y el más llamado a cumplir, seria y responsablemente, con lo que está plasmado no solo en la Constitución de la República y leyes de la República, sino en tratados, pactos y convenios internacionales, dentro de los cuales se encuentra ese dinero del BID, el cual quiso hacerlo parecer como entrega parcial del Fodes.

Estamos a punto de cumplir dos años del actual gobierno. Tiempo suficiente para que advirtiéramos un amplio clima de diálogo y entendimiento entre las distintas fuerzas cívicas y económicas del país; un espacio de tiempo donde ya no asistiéramos a enfrentamientos sin sentido, entre el mandatario y entidades u órganos del Estado. Demasiada agua ha corrido por debajo de los puentes citadinos, sin que se respire un ambiente de cordialidad y franqueza desde las esferas del gobierno, con actos violatorios al estado constitucional de derecho, que es objeto de atención internacional, especialmente de los Estados Unidos de América y de la Unión Europea. Sonó el despertador para que se comience a transitar por donde conviene en una democracia auténtica. El pago oportuno del Fodes puede ser una muestra de esa buena voluntad.