El 2020 trae en su equipaje el comienzo de una campaña preelectoral, que para la realidad nacional es ahora muy importante, ya que las futuras elecciones legislativas y municipales tendrán lugar en marzo del 2021, cuyos resultados serán cruciales para el desempeño futuro de nuestra democracia, ante las ya evidentes muestras de que podríamos seguir siendo gobernados por una “administración milennial”, que desconoce el diálogo directo, que se comunica multitudinariamente por medio de mensajes escuetos y directos transmitidos por las redes sociales, sin entrar en mayores detalles sobre sus finalidades, costes económicos y resultados concretos sobre su beneficio o impacto positivo en nuestra sociedad.


El núcleo de un argumento, hábilmente elaborado, tiene como base principal la llamada “partidocracia de los últimos treinta años”, como fuente esencial, y lo dicen en forma reiterada, es la causa primigenia u originadora de todos los componentes de la patología social que sufre la nación salvadoreña, como alza de homicidios, déficits económicos, falta de empleos, actos de corruptela y una larga estela de hechos negativos, de los cuales ningún funcionario del pasado queda a salvo de esa esfera nebulosa y deprimente. Cuasi damos por sentado que esa campaña que, por ratos la percibimos audaz y con tintes difamatorios, se incrementará con el pasar de los meses del año que comienza.


Si este quehacer negativo se estuviera produciendo en un clima de participación multipartidaria, no nos preocuparía, pero es el caso que estamos frente a una situación partidaria de pasividad asombrosa, de riñas y acusaciones diversas al interior de los mismos partidos, aunada a la sutil insinuación que, de vez en cuando, leemos sobre el necesario desaparecimiento de la “rancia partidocracia, tóxica y corrupta”, que de no haber una pronta reacción positiva a tales indicadores y señalamientos, como bien lo expresa el reconocido politólogo Jorge Castillo, “es fácil inferir que el país se encamina a ingresar a una nueva década de gobiernos golondrinos, toda vez que el casi 50 % de la ciudadanía que no se identifica con ningún partido político, siga tal cual está: admirados, algunos; adormecidos, otros; indolentes, la mayoría” (DEM,30/12/2019).


Nuestra Constitución, en su artículo 72, inciso 2º expresa que un derecho de los ciudadanos salvadoreños es “Asociarse para constituir partidos políticos de acuerdo con la ley e ingresar a los ya constituidos”, el cual tiene relación con lo indicado en el inciso 1º. del artículo 73, con respecto a los derechos ciudadanos, uno de ellos es, precisamente, “ejercer el sufragio”. Más adelante, encontramos en el artículo 76 que “El cuerpo electoral está formado por todos los ciudadanos capaces de emitir el voto”, eso convierte ‘ipso facto’, que el sufragio es un derecho y un deber de los ciudadanos. Así es fácil deducir la indudable importancia que tiene la existencia de los partidos políticos, legalmente inscritos ante la autoridad del Tribunal Supremo Electoral, no solo para la vigencia plena de la democracia, sino también como garantía eficaz de que la soberanía del Estado reside en el pueblo, que la ejerce en la “forma prescrita y dentro de los límites de esta Constitución”, (artículo 83 de la Constitución.), desde luego que “el poder público emana del pueblo” (Artículo 86 de la Constitución).


De que exista la posibilidad que los actuales institutos políticos se renueven tanto en su ideología primaria, como en su conducción, es algo completamente válido y hasta necesario efectuarlo, ante la crisis que vive la República, debido a un indeseable apaciguamiento que afecta a un porcentaje significativo de ciudadanos en estos momentos. El panorama socioeconómico se nos dibuja con rasgos deprimentes, de poco crecimiento y sin que vislumbremos soluciones acertadas.


Se nos inunda de “mensajes” demasiado optimistas, que chocan después con la triste realidad que vivimos a diario. Incluso, se nos atiborra con insultos dañinos para nuestra dignidad personal que, en mi caso, solo me impulsan a seguir en la faena de buscar el bien de nuestra patria. Los partidos no pueden seguir en esa zona oscura, dejando hacer y dejando pasar. Esa actitud debe revertirse desde los primeros meses del presente año y comenzar, primero, por romper esa conformidad ciudadana, claramente advertida por los entendidos. Es hora de reunificar criterios olvidados, pero muy necesarios.