Una fuerte y ensordecedora explosión sacudió el viernes 12 de este mes, temprano de la mañana, a todo el vecindario residente en la Calle al Volcán de la colonia San Antonio, de Mejicanos, más conocida como zona de la Zacamil, que de pronto vieron como los techos y paredes de sus humildes casas se derrumbaban estrepitosamente, mientras a pocos metros, frente a la Unidad de Salud local, gritos estremecedores de dolor que provenían del interior de una buseta de la ruta 23-A, envuelta en llamas y una espesa columna de humo asfixiante, indicaban que algo grave había sucedido sorpresivamente en el sector. Dando paso a la sorpresa, de inmediato los vecinos se dispusieron al auxilio de quienes clamaban por ayuda. El saldo de esa tragedia, producto directo de la imprevisión, de la desidia inveterada de nuestras autoridades, ya es de todos conocido: tres fallecidos y una docena de lesionados graves, que hoy guardan hospitalización, varios de ellos con “pronóstico reservado” por las lesiones y quemaduras sufridas en ese fatal accidente, originado en una venta particular de gas propano, misma que también quedó completamente destruida, dañando a varios vehículos aparcados en sus inmediaciones.

Cuando los periodistas indagaron en el concejo municipal de Mejicanos, sus explicaciones se limitaron a decir que dicha venta de un combustible altamente inflamable, “laboraba sin el permiso correspondiente desde hacía más de un año”. ¡Por favor! Los munícipes confirmaron lo que digo al inicio de esta columna: ese fatal accidente, previsible desde todo punto de vista, fue originado por dos cosas propias de la imprevisión: el manejo inadecuado de los tambos que contienen el combustible por parte de los comerciantes o empleados, y el archiconocido vicio edilicio de “hacerse el ojo pacho”, en negocios que, por su alto riesgo, deben ser objeto de controles técnicos estrictos de las autoridades locales, ya que el uso, manejo, almacenamiento y transporte de gas propano aquí y en la China, es jugar con muerte y destrucción, como ha quedado dolorosamente evidenciado con este caso, que no dudo será motivo de investigación fiscal y judicial. Son muchas víctimas inocentes las que produjo esa espantosa y mortal explosión, aparte de los daños materiales en las viviendas ubicadas en un radio de 50 metros a la redonda, para que nos conformemos con los simples razonamientos de las autoridades municipales, que incurrieron en negligencia grave de sus obligaciones legales.

Pero también es un claro y contundente llamado de atención al ramo de Gobernación, incluyendo a las gobernaciones departamentales, así como al Ministerio de Salud, Policía Nacional Civil y otros entes comprendidos en este problema, para que, sin tardanza alguna, se giren instructivos y se realicen inspecciones técnicas, a todos los establecimientos donde se expendan tambos con gas propano para venta al público. Estas inspecciones deben comprender a las mismas empresas distribuidoras del producto y a sus camiones cisternas y proceder al cierre de aquellos negocios o detener circulación de vehículos que no cumplan con los requisitos de seguridad conocidos. No podemos dejar nada al azar. Pero, además, siguiendo la tónica del actual gobierno, propongo que en las escuelas, institutos nacionales, incluso las universidades, deben cooperar dando instrucciones a los alumnos para enseñarles sobre el buen uso y manejo de cocinas de gas propano, mecheros y cualquier objeto que contenga ese útil pero peligroso combustible.

Pero insisto que son las autoridades edilicias, a quienes corresponde un rol crucial para prevenir estas tragedias, pues su labor de inspección y control no se circunscribe a las ventas locales del combustible; deben velar porque los camiones cisternas que penetran a su territorio cumplan con las exigencias mínimas de seguridad y los permisos correspondientes; además, su labor de cuidado debe comprender y con más razón, los restaurantes y comedores ubicados dentro de zonas urbanas muy pobladas, así como los comedores que funcionan en el interior de sus mercados municipales, donde no solo deben cuidar por la higiene del sitio y la confección de alimentos, sino también por el buen estado de las cocinas y de los tambos de gas propano. Si la explosión que comentamos fue dañina, ¿qué podríamos esperar en un mercado con numerosos vendedores y clientes? ¡Dios nos guarde!