“Los pájaros de Alfred Hitchcock no termina con un amanecer esplendoroso, donde el sol alumbra un nuevo día porque toda amenaza ha desaparecido, y los protagonistas, tras el terror del ataque sin sentido de las aves, despiertan a una vida feliz, sin más sobresaltos. Al contrario. Los pájaros siguen allí, aglomerados en los techos, en los tendidos eléctricos, porque puede que sólo se trate de una tregua”. Quizás sea uno de los mejores símiles para imaginar el futuro después de esta fase crítica de la pandemia del coronavirus, cuyo final no está cerca pero ya se hacen planes para el retorno a la vida normal porque, más bien, deberemos acostumbrarnos a convivir con el enemigo invisible, cuidándonos de su acecho y buscando mantenerlo a raya, sabiendo que está entre nosotros.

Habrá cambios fundamentales no sólo en el sistema mundial de producción y consumo, sino en las relaciones sociales, y en los límites y alteraciones que tendrá la vida pública y en comunidad, tal como hemos estado acostumbrados a llevarla hasta ahora, lo escribió Sergio Ramírez, escritor y premio Cervantes 2017. Saludarse estrechando las manos, los besos en la mejilla, pueden ser ya un asunto del pasado, porque la regla para evitar el contagio de un virus que no sabremos si ya se ha ido, o ha mutado, o ha sido reemplazado por otro más agresivo, será la distancia social. Viviremos bajo normas que hasta hace poco no sospechábamos. Un virus ha tenido el poder de provocar un cambio más radical en las maneras en que nos relacionamos y nos comportamos, que el causado por la revolución tecnológica basada en el paradigma digital.

¿Volveremos a sentarnos lado a lado en el cine con alguien que no conocemos? ¿Podemos imaginar un estadio lleno de miles de fanáticos alentando a su equipo de fútbol, o un concierto de música? ¿Cuáles serán los parámetros de la diversión y el entretenimiento? ¿Qué pasará con la liturgia de las ceremonias religiosas? ¿Cómo funcionarán los bares, los gimnasios, los casinos, los restaurantes, los salones de belleza y barberías? ¿Tendremos confianza en las manos de quienes preparan la comida en la cocina que no vemos, y en las de quienes nos la traen a la mesa? ¿Y los buses, taxis o Uber? ¿El turismo masivo, cuándo y cómo se reactivará?

Abordar un avión se volverá un proceso de control sanitario tedioso, sumado al de seguridad. Nunca antes habíamos visto barcos errantes llenos de viajeros que no pueden anclar en ningún puerto porque la peste los hace indeseables, como en las películas. ¿Volveremos a ver las aulas llenas de estudiantes, o la enseñanza a distancia pasará a ser cada vez más favorecida? ¿Los centros comerciales y sus conglomerados de tiendas continuarán igual, o cederán paso a las ventas a distancia, que ya venían creciendo desde antes? ¿Cuál será la suerte de las librerías?

La entidad Board of Innovation ha emitido un documento de previsiones para ese futuro a la vuelta de la esquina, llamado “Hacia una economía de escaso contacto”. La premisa es simple: hasta que haya una vacuna o inmunidad colectiva, el escenario base es un continuo aumento y disminución de interrupciones en la forma en que trabajaremos y viviremos durante los próximos dos años, lo que resultará en nuevos hábitos después.

La medida del acercamiento, o del alejamiento, tendrá que ver con los sistemas sociales, la seguridad pública, las políticas laborales, la migración, el control de las fronteras, la globalización. ¿Y las democracias? Mucho parecerá provenir de novelas, donde se representan mundos indeseables, y los controles sociales contradicen los parámetros de libertad individual que cautelan las sociedades democráticas. Te pueden detener en plena calle, no por portar un artefacto terrorista, sino porque tu temperatura corporal no es la normal o aquel que presenta síntomas y queda en cuarentena. Minority Report.

¿Pero qué pasará en los países pobres? La recesión que afectará a los países ricos como nunca, tendrá efectos devastadores sobre las economías más débiles, y desordenadas, y donde las nuevas reglas de conducta social a distancia no serán fáciles de establecer, porque la realidad de la vida diaria las contradice. ¿Educación a distancia sin computadoras personales? ¿Trabajo en casa donde las ocupaciones informales obligan a la gente a salir a la calle en busca del sustento? ¿Distancia social, donde reina el hacinamiento? El futuro, tan lejano, se nos vino encima, y muchos países no estamos preparados.