El show de las capturas de exfuncionarios del FMLN, no es otra cosa que una simple venganza contra el partido que lo evidenció, que mostró a la sociedad salvadoreña que el entonces alcalde no era una persona de fiar, al contrario, era una persona desleal, egocentrista y peligrosamente autoritario.

Esta novela ha tenido otro episodio interesante recientemente puesto en escena: la de Tony Saca confesando la porqueriza que fue su gobierno. Obviamente, todo ello lo hizo con la confianza en que el presidente le cumpla, entre otras cosas, su libertad, pero también la de su señora, sus adláteres que también guardan prisión, y que no vaya a procesar a los que han quedado impunes.

Esto es digno de una serie de Netflix: la venganza, la revancha de un ser acomplejado, con sentimientos de inferioridad profundamente guardados, el construir poco a poco la tarima sobre la cual exhibir su ego retorcido y que le sirva de terapia, y ahora ir contra todos los que le hicieron en algún momento una mirada extraña y no lo alabaron.

Esto empieza, señoras y señores, y para saber el final basta ver lo que aquí cerquita está sucediendo en Nicaragua. Para allá vamos salvadoreños, para allá y quizá un poco más hondo.

Antes de proseguir, quisiera confesar que yo debería estar feliz, como demócrata cristiano, ver que los dos partidos que le hicieron tanto daño al país y al extinto PDC (nada que ver con el actual), o sea, ARENA y FMLN, hayan sido humillados y estén siendo acosados, pero no, no se trata de eso, se trata de ser racionales, de no dejarse llevar por el odio. Esto es sobre la democracia y el futuro del país.

Nicaragua es una república por demás fallida. Es el aposento de una dupla atemorizante, la Ortega Murillo, y con más descaro aún que la venezolana.

Ha metido preso a los candidatos fuertes a quitarles el trono, además ha inventado que una persona puede estar detenida por 90 días sin tener una acusación formal por parte del Estado, y también que deben ser inhabilitados como candidatos, y encarcelados, todos aquellos que hayan celebrado cualquier tipo de sanción que los EE. UU. impusiera al país o contra cualquiera de los funcionarios del gobierno sandinista. No permite observadores internacionales en sus elecciones. Cierra medios adversos.

Mirándonos en ese espejo no cuesta hacerla de futurólogos. Acá en El Salvador vendrá la cacería contra los adversarios políticos, los generadores de opinión que lo criticaron, los periodistas que hicieron reportajes exhibiendo su corrupción, etc.

Los que ahorita sueñan con cambiar las cosas y regresar al país al camino correcto, por medio de las elecciones, dentro de dos años y medio, ¡dejen de soñar! Ya están en la mira. Ninguno va a llegar, ningún partido de los dos tradicionales, va volver a ganar, los van a meter presos, previa humillación ante los medios de comunicación que sobrevivan. Sus bienes serán expropiados, sus familias desalojadas, sus bienes repartidos entre los sátrapas del gobierno, y no podrán jamás volver a recuperarse.

Veinte años tiene la dictadura Chávez Maduro en Venezuela, y no se ha podido hacer nada para quitarla. El dúo tremebundo Ortega Murillo va hacia el tercer mandato seguido, y nadie lo podrá evitar. ¿Qué les hace a ustedes creer que nos vamos a quitar esta dictadura de encima?

Centroamérica pareciera tener ciudadanos de segunda clase, porque han gobernado, uno tras otro, civiles que han destartalado estos países, y ahora volvemos a las dictaduras, y ya hay tres, una light, como la hondureña - narcodictadura dicen algunos-, la citada nicaragüense, y ya, sin duda, la dictadura salvadoreña.

Guatemala no se queda muy a la zaga. Acaban de destituir al fiscal que investigaba los actos de corrupción del actual mandatario.

Lo que me hace temer que caeremos aún más profundo es la guerra armamentista que acaba de anunciar el presidente Nayib Bukele. Palabras más, palabras menos, duplicar la cantidad de efectivos eso es lo que indica. Eso ya es saltarse la barda.