El fútbol nacional va de escándalo en escándalo y esta semana se conocieron dos vergonzosos casos que son descorazonadores para las atletas del fútbol femenino y para los aficionados en general.

Primero están las denuncias de acoso sexual y discriminación por preferencia sexual que han sufrido jugadoras de la selección femenina. Esos casos son inaceptables, intolerables y las autoridades del fútbol deberían sentar categóricos precedentes sobre los técnicos señalados en estos casos.

Luego está el llamado escándalo de Santa Lucía. En esa isla caribeña, los jugadores de la Selecta se emborracharon y habrían causado daños en el hotel donde se alojaron. La Federación Salvadoreña de Fútbol tuvo que desembolsar unos tres mil dólares para pagar los daños causados por los jugadores. ¡Por favor! y luego reclaman cuando no se les reconoce su “profesionalismo”.

En este caso, las autoridades deben aplicar sanciones claras y contundentes a estos cafres. Lo increíble es que el técnico haya querido encubrir estos hechos. No faltaba más.

El fútbol salvadoreño tuvo momentos de gloria y el comportamiento disciplinado, decoroso y digno de los jugadores permitió que pudieran clasificar a dos mundiales: en México 1970 y España 1982. Eran otros tiempos y jugadores y técnicos también eran personas respetables hasta nuestros días. Hoy vemos a muchos de esos futbolistas convertidos en profesionales de éxito, en orgullosos y ejemplares padres y abuelos, intachabables en su vida deportiva y su vida personal.

El deterioro de la disciplina y la conducta en el fútbol, tanto de los jugadores, técnicos y directivos, es lo que nos ha llevado al mal estado de este deporte en las últimas décadas. ¿Quieren enmendar eso? Entonces que la Fesfut sancione adecuadamente a los responsables de estos hechos.