Eran las 7 de la mañana de un sábado. El día se vislumbraba soleado y tranquilo, perfecto para un día de descanso. Por fin, pensé, sin tener que lidiar con el bendito virus. A eso de las 9 de la mañana, mi teléfono, emitiendo agudos sonidos, interrumpió una línea de pensamientos en mi cerebro que no lograban concentrarse en nada, o sea lo que en mi pueblo llaman simplemente “huevoniar”.

-Hola, contesté.

-Hola doctor buenos días. Escuché una voz femenina al otro lado de la línea.

-Disculpe que lo moleste, pero es que me he levantado con un dolor de garganta, un poco de fiebre, y con un sabor de boca extraño.

Su nombre me lo reservo, pero se trataba de una conocida profesional de la comunicación. Después de discutir un poco más en detalle sus síntomas, mi primera impresión era que su cuadro era muy sugestivo de COVID-19. Le recomendé abocarse a algún centro asistencial donde le pudiesen hacer la prueba, ponerse una mascarilla de inmediato, cumplir con el distanciamiento físico, aislarse los más pronto posible de cualquier miembro de su familia, y avisar a sus contactos cercanos de los pasados 3 días.

Ella escuchó pacientemente mis instrucciones, y después de un momento corto de silencio sepulcral, respondió positivamente a todo menos a la posibilidad de hacerse la prueba.

-Doctor, aquí en este país, no hay acceso a la prueba y la verdad no me siento confortable de ir a un centro hospitalario, tengo miedo de que me dejen encerrada, añadió.

En la lucha y contención de esta epidemia, es importante para un sistema de salud, el identificar a “todos” los casos para poder actuar. Todo caso de covid-19 exige una “acción” de parte del sistema de salud, para proveer al enfermo del soporte médico y social necesario. Así también para limitar el contacto que la enferma o enfermo pudiese tener con personas de su entorno. Esto es importante pues alguien que está infectado puede infectar a otros, y parte de nuestro objetivo como personal de salud es limitar la diseminación del virus. Y esto solo se logra apoyando al enfermo en su cambio de comportamiento, el cual es imprescindible para la contención de la epidemia. Todas las intervenciones no farmacológicas utilizadas en la lucha contra el covid-19, exigen una participación de las personas, tanto enfermas como sanas, en los cambios de conducta.

La otra actividad importante es la identificación de todos los contactos de esa persona infectada. Informarles de su potencial exposición al virus y apoyarlos con los servicios sociales que pudiesen necesitar, al mismo tiempo que limitarles sus contactos con otras personas. La idea básica de la trazabilidad de contactos es limitar el contacto de gente infectada o con sospecha, y así romper la cadena de transmisión del virus. En sus nuevas normas, el Centro para el Control de las Enfermedades (CDC en sus siglas en ingles) de los Estados Unidos, recomiendan aislamiento del enfermo de por lo menos 10 días después del inicio de los síntomas y 24 horas sin fiebre, y 14 días de cuarentena para los contactos (https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/downloads/COVID-19-Quarantine-vs-Isolation.pdf).

En promedio una persona infectada comienza a transmitir la infección dos días antes que comiencen los síntomas, y continúa transmitiendo el virus por un promedio de 10 días. Por ello, la ventana de oportunidad para romper la cadena de transmisión es corta y debe iniciarse lo más tempranamente posible. Por ello, la confianza de la población en el sistema de salud y el acceso a los servicios que estos proveen son fundamentales en la lucha contra la epidemia.

Si decimos que una persona infectada con el virus del covid-19 puede infectar en promedio dos personas, sin la trazabilidad de contactos, en un periodo de tres ciclos o 15 días se traduciría en 14 nuevos infectados. Si a esa misma persona, y a través de la estrategia de trazabilidad de contactos, limitamos la infección a una sola persona (en vez de dos), sucesivamente en la cadena de transmisión, podríamos disminuir el número de infectados a 4, o sea una potencial disminución del 350% en la cadena de transmisión. Un efecto inmenso en el aplanamiento de la curva epidémica. Esto sin la aplicación de otras medidas, como la utilización universal de mascarillas, lavado de manos, distanciamiento físico, que complementan, pero no sustituyen a las medidas de contención de un buen sistema de salud. En fin, existen diferentes estrategias y alternativas dentro del campo de la salud pública, utilizables en nuestra lucha contra una epidemia, y no solo el confinamiento. Es más, un sistema de salud que abusa del confinamiento es un sistema que reconoce su incapacidad. Con esta epidemia, sin tener una vacuna y/o tratamiento, debemos ser creativos y utilizar todo el armamento que tenemos para cuidar nuestra vida, pero también, creativos para cuidar los medios de vida.Dr