“Nuestra vulnerabilidad de país ha quedado evidenciada como nunca”
Lunes 17, Octubre 2022 - 3:30 AM
Experto en sostenibilidad asevera que El Salvador es vulnerable a fenómenos como Julia o a tormentas de mayor intensidad. Urge medidas legales para el ordenamiento territorial eficaz en El Salvador y ponerse de acuerdo en un plan nacional de adaptación al cambio climático.
Juan Marco Álvarez, experto en sostenibilidad, advierte que El Salvador no tiene la capacidad de soportar fenómenos ni como la tormenta Julia, ni de mayor intensidad, porque se encuentra en un estado avanzado de vulnerabilidad que urge, a todos los sectores, actuar.
El actual presidente de la oenegé Iniciativa para la Acción Climática (IAC) explica que el país enfrenta problemas graves de deforestación, erosión, desorden territorial y urbanizaciones mal diseñadas.
"Cualquier fenómeno como Julia o de una intensidad mayor puede afectar severamente al país”, concluye. Augura mayores conflictos y migraciones por el agua y busca generar conciencia climática.
¿Qué tanto en El Salvador se pudieron haber evitado las muertes del 10 de octubre de 2022 por el paso de Julia?
Eso es bastante relativo, pues la mayoría murieron soterrados en diferentes sitios urbanos y en zonas rurales. Evitar muertes en un contexto de desastres o fenómenos climáticos como la tormenta Julia es difícil para cualquier país, incluyendo los desarrollados. Sí se debe invertir en prevención efectiva y medidas de adaptación para los sitios más vulnerables del país, con el objeto de tratar de salvar vidas.
Hay que tener claro cuáles son los escenarios climáticos para la región y abordar este enorme reto de forma colectiva, por parte de gobierno, gobernaciones, alcaldías, comunidades, sociedad civil y sector privado de forma conjunta, es vital ponerse de acuerdo para preparar y poner en ejecución un Plan Nacional de Adaptación efectivo y robusto en términos de recursos disponibles, lo cual no existe todavía en El Salvador.
Es importante recordar lo que pasó durante Amanda-Cristóbal en 2020, el último fenómeno de este tipo que nos afectó de forma severa previo a la tormenta Julia. Las tormentas Amanda y Cristóbal provocaron más de 149,500 personas directamente afectadas y 30 fallecidas, el triple de muertos provocados por Julia, más de 330,000 personas en inseguridad alimentaria severa por las lluvias, muchas zonas recibieron más de 500 milímetros (mm) de lluvia y algunas registraron hasta 800 mm, casi el equivalente a las precipitaciones en las Bahamas durante el huracán Dorian en 2019. Ese nivel de lluvias no se tuvo con la tormenta Julia.
Es muy prematuro tratar de hacer una comparación. Mi punto acá es que al final la conclusión es la misma: nuestro territorio no puede soportar estos fenómenos, independientemente de su nivel de intensidad, pues el país se encuentra en un estado avanzado de vulnerabilidad, tierras deforestadas y erosionadas, desorden territorial, urbanizaciones mal diseñadas y en sitios con poca consideración del riesgo ambiental, incluyendo el climático.
El Plan Invernal 2022 cuenta 1.3 millones de salvadoreños que viven en zonas de riesgo a inundaciones y deslizamientos. ¿Se debe pensar en una reubicación permanente de estas personas?
Es complicado en un país con alta densidad poblacional y con un territorio pequeño, claramente reubicar 1.3 millones de personas en nuestro caso es imposible. El gobierno debe contar con un mapeo exacto de las zonas de mayor riesgo y vulnerabilidad del país. La experiencia de estos últimos tres años (2020-2022), con altos niveles de lluvia, obliga al gobierno a actualizar ese mapa con mayor exactitud, determinar el número de personas que viven bajo condiciones de alta y mediana vulnerabilidad. Me atrevo a decir que con el crecimiento poblacional y el desorden en crecimiento urbano, incluyendo zonas costeras, la probabilidad de que ese número sea mayor es muy alta. Si se contara con recursos suficientes, enfocarse en reubicar a las personas que habitan en zonas de altísimo riesgo, como en las cercanías de los ríos, sería un buen comienzo.
¿Qué golpeó más a El Salvador: la cantidad de agua por la tormenta Julia o la vulnerabilidad del terreno de El Salvador?
Ya estábamos en un contexto de suelos saturados por las lluvias previo a Julia, las condiciones de vulnerabilidad estaban magnificadas. Aunque no se tienen datos exactos, fue mucho menos lluvia que la que se generó durante las tormentas Amanda-Cristóbal en 2020. Realmente no se puede contestar la pregunta que me hace, lo que sí le voy a decir es que nuestro país es de los peores en términos de degradación ambiental y vulnerabilidad climática, desde cuencas deforestadas y áreas naturales disfuncionales, construcción desbordada y sin medidas preventivas, aguas superficiales contaminadas y acuíferos disminuidos. Desorden territorial es poco; entonces, cualquier fenómeno como Julia o de una intensidad mayor puede afectar severamente al país.
Ambientalistas en El Salvador piden una política de medio ambiente que no priorice el desarrollo urbanístico. ¿Son las urbanizaciones las culpables de los desastres en El Salvador?
En parte sí, pero no es lo único que contribuye a los desastres. Las urbanizaciones con mala planificación, las que irrespetan la legislación, las que no cumplen con las medidas adecuadas de mitigación y las que se construyen sin importarles el riesgo ambiental y climático, de plano, son las que tienen parte de la culpa. Toda urbanización sin la debida planificación, incluyendo las zonas marginales, contribuyen a magnificar los desastres.
Al final el desorden general de país, el oportunismo, así como el irrespeto de las normas aceptables de convivencia y desarrollo de la gran mayoría representan los grandes culpables.
El Salvador requiere medidas legales fuertes en ordenamiento territorial eficaz. Ya se cuenta con una Ley de Ordenamiento y Desarrollo Territorial pero desde su aprobación, en marzo del 2011, nunca se cumplió ni se puso en práctica. Básicamente esta ley comprende: 1) La utilización del suelo según su vocación, 2) La conectividad territorial y la conexión de los servicios básicos en los asentamientos humanos, 3) La protección y conservación de los recursos naturales, y 4) La protección y conservación del patrimonio cultural y arqueológico. Debemos retomar esta ley con mucha seriedad y ponerla en práctica para planificar pero de manera urgente, para potenciar un ordenamiento en demografía-asentamientos humanos, territorio-uso del suelo, industrias, energía, áreas naturales protegidas-parques nacionales, desarrollo urbano y desarrollo costero.
¿Cuáles son los riesgos que enfrenta El Salvador en torno al clima? Usted ha mencionado no solo las lluvias sino las sequías.
Es un hecho que la situación de vulnerabilidad hídrica en El Salvador es algo delicado para el futuro desarrollo del país. Los patrones cada vez más erráticos e impredecibles de la lluvia estacional y el aumento de la temperatura preocupan mucho. Por ejemplo, durante los años en que se da el fenómeno de El Niño, la precipitación cae en 30-40 %, incluidos largos períodos de olas de calor durante las cuales casi no llueve (2014 al 2017 por ejemplo). En 2015, una sequía muy severa provocó la pérdida de 86,000 hectáreas de maíz, 60 % de la producción. Los niveles de los ríos fueron entre 20 y 60 % más bajo de lo normal y, en oriente, 90 % más bajos. Las lluvias estuvieron por debajo del promedio y las temperaturas estuvieron por encima. Tenemos años de La Niña, como 2020, 2021 y 2022, con lluvias excesivas, que nos ha venido a demostrar lo vulnerables que somos en cuanto a exceso de lluvias. Con esta última tormenta Julia, nuestra vulnerabilidad de país ha quedado evidenciada como nunca.
Además, se cuenta con el riesgo de temperaturas extremas y que con el aumento promedio anual, de 0.2 C por década, provocará un aumento en la duración, intensidad y frecuencia de las olas de calor. Al paso que vamos, de aquí al 2040, la temperatura se proyecta que será de más de 1.5 C. Este constante aumento de la temperatura, de no disminuirse las emisiones de gases de efecto invernadero, generará migraciones debido a la inseguridad alimentaria.
Usted aseguró que El Salvador debe manejar el acceso del agua y la abundancia. ¿Cómo se deben gestionar ambas?
Nuestro país enfrenta enormes desafíos para manejar el recurso hídrico, en especial asegurar que las personas, los cultivos, los ecosistemas y la industria tengan disponibilidad suficiente de agua. Las fuentes como los ríos, acuíferos y humedales cada vez se reducen o se encuentran más contaminados; las inundaciones y las sequías causan daños por cientos de millones de dólares y provocan un alto costo humano. Tampoco ayuda que el recurso hídrico esté muy mal administrado, lo cual se refleja en desperdicio domiciliar y en sistemas de riego ineficientes, pero se exacerba por la infraestructura envejecida de distribución así como por incontables fugas de agua en las tuberías.
El cambio climático está acelerando el agotamiento del capital natural y los servicios de los ecosistemas en el mundo está alterando las condiciones geofísicas demasiado rápido para que los sistemas naturales se adapten; me refiero a condiciones geofísicas como la temperatura de la superficie de la tierra, patrones de precipitación, la temperatura y el contenido de oxígeno y la acidez de los océanos. Con tanto cambio es evidente que el recurso mayormente afectado será el agua.
Se verán cada vez más conflictos por el agua que provocarán migraciones, incluso dentro del país.
Tendremos movimientos de gente del oriente hacia el centro y occidente de El Salvador y por supuesto hacia los países vecinos. Que no quepa duda de que seguiremos experimentando tormentas y huracanes que sobrepasarán la capacidad de los drenajes, provocarán derrumbes y desbordamientos de ríos e inundaciones en las zonas costeras, llevándose de encuentro a muchas comunidades.
En primer lugar, tendremos que potenciar el papel de la naturaleza y ampliar la infraestructura que provee agua. La inversión en la restauración de nuestras áreas naturales y cuencas hidrográficas debe ser prioridad, esto incluye restaurar bosques en las tierras altas y ecosistemas cruciales como las áreas ribereñas y los humedales. Tenemos que entender que el nivel actual de deterioro está comprometiendo nuestra seguridad hídrica, incluyendo aumentos en el costo. Segundo, el gobierno debe considerar la construcción de reservorios, sistemas interconectados de agua y mejorar la recarga de los acuíferos. Para proteger a comunidades vulnerables, se debe invertir en mejorar infraestructura para el control de inundaciones como sistemas de aguas lluvias, ampliar canales de drenaje, lagunas de laminación y otras medidas de retención como terraplenes.
No menos importante son las mejores prácticas en cuanto al uso más eficiente del agua, puesto que nuestra situación de estrés hídrico como país ya sobrepasa el umbral de lo aceptable. Tenemos demasiadas ineficiencias, pero también las oportunidades para ahorrar agua son vastas. Esto nos puede preparar mejor ante los riesgos climáticos. Al respecto, para reducir la demanda del recurso hídrico en nuestras ciudades, se pueden promover esquemas de precio diferenciado y hasta incentivos para su conservación; la reparación de las fugas en las tuberías es algo que el gobierno debe hacer de rigor, también lo es la recuperación de aguas lluvias como forma de utilizar más eficientemente el recurso. El tratamiento de aguas servidas para ser reutilizadas en el sector agrícola también es clave. Y justo en este sector es donde el MAG podría tener gran impacto, al promover políticas que faciliten métodos apropiados y nuevas técnicas de irrigación y, en general, promover una agricultura inteligente con el clima.
El gobierno y las instituciones del sector hídrico tienen que considerar los elementos del riesgo climático a nivel de planificación y en lo operativo, esto incluye invertir en mejores sistemas de monitoreo del agua, pero en general la planificación requerirá una colaboración más estrecha con la gestión meteorológica en el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y con el Ministerio de Gobernación, encargado del tema de prevención de desastres. Ante la realidad de futuras e inevitables inundaciones y sequías, se podría comenzar con acciones como la colocación de reservorios en sitios clave para retener escorrentías y minimizar los daños aguas abajo. También, acciones como la manutención-infiltración de los mantos acuíferos nos servirá de mucho en años de sequía severa. Estos esfuerzos, siempre y cuando sean bien enfocados, podrán brindar los frutos requeridos en un país como el nuestro.
¿Cuál es el problema central de cambio climático en el mundo y qué puede hacer un salvadoreño común?
Se lo voy a resumir con una cifra: 421 partes por millón (ppm). La cifra de 421 ppm (partes por millón) equivale al nivel de dióxido de carbono (CO2) contenido en la atmósfera actualmente y representa un nivel de calentamiento global de aproximadamente 1.2 °C por encima de la temperatura promedio que se tenía previo a la revolución industrial (antes del año 1760). Este aumento de la temperatura promedio global de 1.2 C, provocado por la quema del carbón y otros combustibles fósiles como el petróleo y el gas, además de la deforestación, la agricultura y algunos procesos industriales como la producción de cemento, es el problema central detrás de la crisis climática. La cosa va de mal en peor.
Partes por millón significa "moléculas por millón de moléculas”; 421 ppm de CO2 significa que, de cada millón de moléculas en la atmósfera, 421 son de CO2. Las restantes 999,579 están compuestas mayormente por nitrógeno (N) y oxígeno (O2). Para fines prácticos podemos decir que la cifra de 280 ppm era el nivel normal de concentración de CO2 en la era preindustrial. En 1963, el año en que yo nací, la concentración de CO2 en la atmósfera ya había subido a 319 ppm y, en 2013, cuando cumplí 50 años, los niveles de CO2 superaban los 400 ppm por primera vez. La realidad es que el CO2 atmosférico es más alto ahora que en cualquier otro momento de los últimos 200,000 años de historia. En términos de las emisiones históricas acumuladas, desde 1751 hasta el 2020, el mundo ha emitido casi 1.6 billones de toneladas de CO2. Y justo ese es el problema central.
Pero, bueno, los niveles de gases de efecto invernadero (GEI) son ahora un 30 % más altos que cuando comenzaron estas mediciones hace 64 años y un 50 % más altos que en la época preindustrial. Entre mayo 2021 y mayo 2022, se emitieron alrededor de 36,000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, lo que equivale a un aumento del 6 % respecto a 2020. En este mismo periodo, la quema del carbón mineral contribuyó con alrededor del 40 % de este aumento.
Desde la perspectiva de un salvadoreño común, hay muchas cosas que se pueden hacer, desde apoyar a organizaciones no gubernamentales (ONG) dedicadas a la conservación del medio ambiente y la acción climática, hasta colocar paneles solares en la casa, dejar de comer carne y cambiar otras decisiones de consumo. Pero lo principal es educarse sobre la temática para entender mejor la problemática y como abordarla de forma efectiva.